Pensar. Palabra de seis letras; sin hiatos, sin diptongos, aguda; dos simples sílabas pen-sar. Una palabra fácil que usamos a diario; con ella expresamos opiniones, gustos y rebatimos ideas. Todos la utilizamos; al levantarnos pensamos qué ropa nos vamos a poner para ir a clase, qué queremos desayunar; qué asignaturas tenemos y por tanto qué libros tenemos que llevar; en definitiva, pensamos todas y cada una de nuestras acciones. Entonces, ¿por qué le tenemos tanto miedo?
Si preguntásemos a cualquier persona si es capaz
de pensar, la respuesta iba a ser un sí rotundo. No habría ninguna duda; todos
pensamos, somos libres para pensar y expresar nuestras opiniones; pero, quién
no ha oído nunca la frase “esto es así,
aprendéroslo así, más adelante ya os explicarán el por qué” o “tu ponle esto que es lo que quiere oír”.
Entonces, ¿de verdad estamos pensando por nosotros mismos? Dejemos de lado la aquiescencia por favor. No somos robots, no somos ordenadores a los que introducen una orden y la acatan sin rechistar, somos personas; personas libres, inteligentes, con carácter y decisión. Es mucho más fácil dejarnos llevar por lo que otros dicen; fuera tomar decisiones; fuera conflictos, fuera cualquier tipo de responsabilidad. Vivimos en una sociedad conformista; donde tiempo y el esfuerzo son bienes sagrados que no podemos perder en tonterías que no nos van a llevar a ningún lado. Es mucho mejor aceptar como bueno y como lógico lo que otros nos dicen en vez de levantarnos y decir ¡No, yo no pienso eso!
¿De verdad queremos ser así? Si nos viésemos con una cámara oculta nos avergonzaríamos de nosotros mismos. Tenemos una contradicción entre nuestras acciones y nuestros pensamientos. ¿Somos realmente nosotros mismos o somos copias exactas de lo que otros quieren que seamos?
El problema no es que tengamos miedo a pensar, porque todos pensamos; sino que es miedo al rechazo que pueda producirnos nuestros pensamientos. Somos una sociedad basada en lo que dirán los demás, basadas en la imagen que damos al exterior y en la pertenencia a grupos sociales. El miedo al rechazo social es lo que nos hace ser manejables y sumisos, nos hace perder la iniciativa y aceptar lo que otros dicen como bueno y legítimo.
Como dijo Nietzsche; “el individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”
Por una vez en esta vida deberíamos dejar de lado lo que la gente diga de nosotros, deberíamos mirarnos en el espejo y pensar si de verdad queremos ser personas o queremos ser clones, gente hueca, sin capacidad de pensar y de razonar por uno mismo. Somos esclavos de lo que hacemos y decimos; y ahora mismo, con nuestros actos, con cómo está la sociedad actualmente, está cada día más claro que somos esclavos del miedo; pero no del miedo a pensar sino del miedo a no ser aceptados por los demás.
Un saludo :)
Entonces, ¿de verdad estamos pensando por nosotros mismos? Dejemos de lado la aquiescencia por favor. No somos robots, no somos ordenadores a los que introducen una orden y la acatan sin rechistar, somos personas; personas libres, inteligentes, con carácter y decisión. Es mucho más fácil dejarnos llevar por lo que otros dicen; fuera tomar decisiones; fuera conflictos, fuera cualquier tipo de responsabilidad. Vivimos en una sociedad conformista; donde tiempo y el esfuerzo son bienes sagrados que no podemos perder en tonterías que no nos van a llevar a ningún lado. Es mucho mejor aceptar como bueno y como lógico lo que otros nos dicen en vez de levantarnos y decir ¡No, yo no pienso eso!
¿De verdad queremos ser así? Si nos viésemos con una cámara oculta nos avergonzaríamos de nosotros mismos. Tenemos una contradicción entre nuestras acciones y nuestros pensamientos. ¿Somos realmente nosotros mismos o somos copias exactas de lo que otros quieren que seamos?
El problema no es que tengamos miedo a pensar, porque todos pensamos; sino que es miedo al rechazo que pueda producirnos nuestros pensamientos. Somos una sociedad basada en lo que dirán los demás, basadas en la imagen que damos al exterior y en la pertenencia a grupos sociales. El miedo al rechazo social es lo que nos hace ser manejables y sumisos, nos hace perder la iniciativa y aceptar lo que otros dicen como bueno y legítimo.
Como dijo Nietzsche; “el individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”
Por una vez en esta vida deberíamos dejar de lado lo que la gente diga de nosotros, deberíamos mirarnos en el espejo y pensar si de verdad queremos ser personas o queremos ser clones, gente hueca, sin capacidad de pensar y de razonar por uno mismo. Somos esclavos de lo que hacemos y decimos; y ahora mismo, con nuestros actos, con cómo está la sociedad actualmente, está cada día más claro que somos esclavos del miedo; pero no del miedo a pensar sino del miedo a no ser aceptados por los demás.
Un saludo :)