Después de
dos horas pasando frío por fin llega el momento. Tengo las manos congeladas
pero eso no es ningún impedimento; las puertas ya se abren.
- ¡Rebajas!
Mi lado
animal se apodera de mí, mis delicadas manos se convierten en garras afiladas,
mi diminuta boca se transforma; de ella ya no salen palabras, solo gruñidos,
pero no me importa. Estoy preparada para luchar por la mejor presa; ¡esa camisa
será mía!
Con esta metáfora solo quiero ponernos en
situación. Somos una sociedad de consumo y nos guste o no, estamos inmersos en
ella.
¿Quién no ha dicho nunca “yo no voy a caer” y ahora se pasa veinticuatro horas al día pegado
al móvil mirando el Twitter, Facebook o Whatsapp? Son muy pocos los que se
libran.
No podemos vivir sin esa tecnología. Si al
levantarnos por la mañana y por inercia, lo primero que hacemos es coger el
móvil o si no sabemos qué hacer cuando no nos funciona Internet, es el momento
en el que nos damos cuenta de que somos esclavos del mercado y del consumismo. Esclavo no es un insulto, es la
realidad, es el presente que vivimos y el futuro que se nos presenta. Como dijo
Steve Jobs: no puedo ir a preguntarle a
los consumidores qué es lo que desean, porque durante el tiempo que esté
desarrollándolo ellos van a desear algo nuevo. El mercado, la publicidad y
la sociedad nos crean una necesidad de consumir y de querer cada vez más y
mejor.
Si nos pusiéramos a pensar por qué tenemos lo que
tenemos, nos daríamos cuenta de que es por pura moda. El mercado nos crea necesidades
que antes no teníamos; hace unos años lo raro era ver a un niño con móvil y
ahora lo raro sería no verlo. Con esto no quiero decir que sea bueno o malo,
sino que nuestra sociedad está cambiando. Los mercados juegan con este cambio,
con la masificación; saben que si uno hace algo que tenga “gancho” todos vamos
a ir detrás. Somos seres sociales y las opiniones de los demás nos influyen,
directa o indirectamente. A veces no queda más remedio; no es que seamos
débiles y hayamos caído o que no hayamos sido fieles a nuestros principios; sino
que el mercado tampoco nos lo pone fácil. No hay más que ver las pocas posibilidades
de encontrar un móvil que no tenga acceso a Internet.
Hablo de móviles como si hablase de ropa, o de
cualquier otra cosa. Vivimos en un mundo que nos facilita la vida y nos hace
todo más accesible; y si técnicamente este mundo me permite vivir mejor;
entonces ¿para qué luchar contra él?, ¿para qué cambiarlo? Sería estúpido. Está
claro que si algo me hace bien, ¡adelante! ¿Por qué no? Entremos en ese mundo,
entremos además por la puerta grande.
La pelota en nuestro campo; es decisión nuestra
si cruzarla o no; pero una cosa está clara, una vez dentro es muy difícil
volver atrás.
Un saludo :)